El primer día que salió a la venta, Movistar ofreció el móvil por un precio que oscilaba entre 0 y 359 euros, según las distintas modalidades de contrato. Simyo, sin embargo, ofrece dos opciones: número nuevo y 10 euros gratis de consumo, tarjeta SIM incluida; o portabilidad con 20 euros de consumo.
Pocas horas después de salir a la venta, el iPhone de Simyo estaba agotado en la página 'web' de la operadora móvil virtual.
"Simyo sólo vende terminales libres, y buscamos siempre la mejor oferta de estos terminales para nuestros clientes", explicó Jochen Doppelhammer, director general de KPN en España, en unencuentro digital de elmundo.es celebrado el pasado mes de septiembre.
"Esto no lo pueden hacer", aseguran fuentes de Telefónica. "El único que puede venderlo es Telefónica, habría que preguntar por qué ocurre esto a Apple y a Simyo", agregaron las mismas fuentes, quienes declinaron comentar si esto supondría una batalla legal con la operadora virtual.
El iPhone es el totem al que centenares de fieles acuden desde las 10 en punto. Unos para comprárselo "porque pronto se acabará". Otros, sólo por ser "los primeros en tocarlo". Y un tercer grupo, no menos nutrido, "porque hay que estar aquí".
Eso sí, los menos son los que han decidido hacer noche. Carlos, joven colombiano y residente en Madrid, es de los pocos que han hecho 'botellón telemático'. Asegura llevar en la puerta de la tienda desde la media tarde del jueves. Ha pasado la noche en vela con otros tantos aficionados "hablando del iPhone, las tarifas y otras cosas", más o menos relacionadas con la tecnología.
Mini cumbre nocturna de fanáticos que se han ganado un privilegio, posiblemente buscados que la abundante prensa destacada en la Gran Vía hable de ellos como 'Los primeros del iPhone'.
Foto tomada a las 7.20 horas de la mañana, con un iPhone de primera generación. (Foto: P. R.)
Un poco más rezagados, en la fila, desayunos improvisados del 'Starbucks' entre algún Mac Book Air para "consultar el correo; en cuanto tenga el iPhone, ya no me hará falta". Otros lo hacen con descaro con su antiguo teléfono de Apple de segunda generación, que muestran al gentío en un alarde de reventa."Queremos el nuevo. Vendemos éste a quien lo quiera. Es como en las corridas de José Tomás".
El contador regresivo del ventanal del Edificio Telefónica resta los últimos segundos, marcados en leds. Se caldea la fila. Al más puro estilo de nochevieja anglosajona, algunos cantan cada cifra, hasta llegar a cero. Y Silencio. Porque no pasa nada. No se abren las puertas cual gran almacén en rebajas.
Hay que esperar un poquito, un par de minutos hasta que el portón se despliega y el protagonista del día, el primero de la cola, ataviado con su gorra y mochila, es elevado a la categoría de estrella internacional por la masa mediática. Flashes, pértigas de micrófonos, videocámaras y antenas de radio son el palio bajo el que Carlos se desplaza por los pasillos de Gran Vía 28.
Gritos de victoria en el interior de la tienda, donde se traslada una cola que, ya fuera, se nutre al momento de los menos madrugadores. La fila se prolonga a lo largo de unas tres manzanas abajo de la Gran Vía. Y, entre los últimos, un clásico: "¿para qué es esta cola?"
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